‘México, sin proyecto operístico’: Ramón Vargas

‘México, sin proyecto operístico’: Ramón Vargas

Para celebrar su 40 aniversario como tenor, cantará una gala en Bellas Artes, en septiembre, junto con la soprano María Katzarava y el EOBA

México carece de un proyecto operístico, acepta el tenor mexicano Ramón Vargas, quien celebrará su 40 aniversario como cantante con una gala en la Sala Principal del Palacio de Bellas Artes, el próximo 10 de septiembre, a las 17:00 horas, acompañado de la soprano María Katzarava y de los integrantes del Estudio de la Ópera de Bellas Artes (EOBA).

Seguimos con lo mismo: el teatro del Palacio de Bellas Artes nació para la ópera, la Sinfónica Nacional, el ballet con toda la tecnología de la época, que fue renovada hace algunos años y funciona. Ahí está, pero no se puede utilizar porque el teatro está saturado”, dice a
Excélsior desde Viena.

Lo sabemos. Ahí hacen de todo, desde mítines hasta pláticas, ballet, homenajes, conciertos, ballet folclórico, ópera y todo lo que se les ocurra y lo que quepa, porque finalmente el palacio es un lugar emblemático de las artes”, explica el tenor.

Sin embargo la ópera es el arte más complejo y el que necesita más tiempo y recursos, porque es la conjunción de orquesta, coro, ballet, iluminadores… trabajando al unísono”.

¿Algún día tendrá México un teatro de ópera?, se le pregunta al tenor. “Se necesita un teatro especial para ópera, aunque creo que es un sueño guajiro, por lo pronto. Cuando me fui de México (en 2015) ya estábamos así, regresé y así continuamos. A lo mejor un día me voy a retirar y seguiremos igual.

Lo que se necesita es un proyecto operístico nacional que haga que la ópera funcione de un modo más autónomo y no dependiendo de las personas que llevan las artes. Pero mientras eso no exista, vamos a seguir hablando todo lo que queramos y no habrá gran cambio”. Sin embargo, Vargas aclaró que la culpa no es de Alonso Escalante, titular de la Ópera de Bellas Artes (OBA), cargo que él ocupó hace una década.

Imagen intermedia

Mientras no haya un proyecto operístico, llegue quien llegue, las cosas seguirán en la misma situación. Se puede sacarla del centro de la ciudad y ponerla en otro lugar accesible, a donde la gente pueda llegar más fácil, en un lugar con un gran teatro como el de León, Guanajuato, para darle el espacio, el lugar y el respeto que la ópera se merece”.

¿Qué opina del actual EOBA? “Fue el proyecto que más me interesó (en 2014) como director de la OBA y, por fortuna, sigue vivo.

En aquel momento hicimos trabajo fuera de la CDMX, pero no como hubiéramos querido, aunque hacíamos mucho más de lo que se está haciendo. Eso te lo aseguro. Ahí están los números. Sin embargo, lo que más me interesaba era la formación de los chicos, eso se ha mantenido, me da mucho gusto y por eso estarán en mi gala”.

¿Cómo se puede fortalecer el EOBA? “Hacía falta que los chavos tuvieran la posibilidad de cantar, porque los italianos tienen un viejo dicho muy cierto: ‘A cantar se aprende comiendo polvo del escenario’. Pero he visto que los chavos están activos y creo que ahora que se presenten en Bellas Artes será motivador para ellos y para mí”.

¿Qué cantarán? “Cantaré (arias) desde Mozart hasta Verdi, por ejemplo Los lombardos en la primera cruzada y algunos duetos”.

Por último, Ramón Vargas habla de los montajes modernos que se realizan en Europa, que tuvieron su origen en Alemania y han privilegiado el teatro de dirección.

Esto nació por necesidad (después de la guerra), pero luego las óperas se transformaron en negacionistas, en el sentido de que empezaron a ir contra todo, así que algunas puestas funcionaron y otras no, pero el fenómeno empezó a exportarse”, apunta.

¿Cuál es el peligro de esta tendencia? “Que adquirieron mucho poder los directores de escena y entonces el público ya no va a ver La Traviata, de Verdi, sino la de Franco Zefirelli, como si él la hubiera escrito.

Esto empezó a ir en detrimento de la ópera, porque si bien antes sólo se oía a los cantantes, ahora únicamente se les quiere ver y, entonces, se busca a gente apuesta y muy guapa”, explica.

¿Se privilegia la imagen? “Hay una confusión muy grande entre lo que se ve y lo que se escucha. Ahora encontramos directores de escena que hacen producciones feas y hasta vulgares, aunque otras te dejan mucho que pensar y sales satisfecho. Lo importante es evitar la violencia contra la autenticidad de la ópera y que no se privilegie la imagen por encima de las voces”.

SUSTITUIR A PAVAROTTI

El 18 de diciembre de 1992 fue una fecha clave para Ramón Vargas en su historia artística, porque aquel día sustituyó a Luciano Pavarotti como Edgardo en el montaje de Lucia di Lammermoor, en la MET Opera House.

Él venía de cantar El barbero de Sevilla en Viena, acariciaba su debut en La Scala de Milan al siguiente año, con Ricardo Muti, y recién había cantado 40 funciones como Edgardo en Suiza, Nápoles y en Palermo.

Sin embargo, aquel fin de año el tenor se prometió reunirse con su familia en México, luego de seis años de distancia obligada.

Vargas se despidió de su amigo, el barítono Roberto Frontali, quien debutaría semanas después en la MET, en El elíxir de amor.

Le dije que me daba envidia de la buena, porque para los latinos la MET es la referencia”, recuerda el tenor.

Semanas después se anunció que Pavarotti cancelaba su participación en Lucia di Lammermoor y, sin saberlo, se abrió una puerta.

Cuando Frontali se enteró, le sugirió a su agente que buscaran a Vargas y, luego de varias conversaciones, las vacaciones se convirtieron en el inesperado debut del tenor que le valieron 24 años de trabajo activo, con cerca de 230 funciones y 20 roles distintos.

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