Muere José Agustín: el irreverente que abrió caminos

Muere José Agustín: el irreverente que abrió caminos

Tras un largo padecimiento, ayer falleció el novelista, cuentista y ensayista que sacudió las letras mexicanas con lenguaje y temas disruptivos

Abrió la puerta y todos nos metimos a la fiesta”, afirmó Yuri Herrera (1970). “Abrió tanta brecha con su irreverencia literaria”, agregó Alma Delia Murillo (1977). “Gracias por abrirle la puerta a la fiesta, al desmadre, a la música, al slang, al amor, al humor, a otras maneras de contar”, añadió Brenda Lozano (1981).

Escritores de distintas generaciones atiborraron ayer las redes sociales de elogios hacia la obra del narrador, ensayista y dramaturgo mexicano José Agustín (1944-2024), quien murió a los 79 años en su casa de Cuautla (Morelos), a causa de un largo padecimiento por diversas afecciones en su salud.

Perdimos a nuestro gran José Agustín. Autor fundamental, una de las influencias más importantes de mi generación y de varias más. Jamás me hubiera atrevido a escribir de no ser por su ejemplo”, confesó Naief Yehya (1963).

La fluidez y la espontaneidad de la escritura de José Agustín ejercían un efecto estimulante y desinhibidor en quienes entonces teníamos aspiraciones literarias: nos hacía pensar, falsamente, que escribir era simple y espontáneo”, destacó Armando González Torres.

Toda la tarde, a partir de que Andrés, Jesús y José Agustín Ramírez, hijos del autor de La tumba y De perfil, confirmaron su muerte en la red social Facebook, diversos narradores, editores y funcionarios culturales compartieron sus vivencias como lectores.

Margarita Bermúdez, la viuda del autor de Se está haciendo tarde, y su familia lo definieron como “un prolífico escritor… guerrerense de corazón, autodidacta, empedernido, amante de la comida y los placeres, junguiano, estudioso del I Ching, aficionado de la astrología e impulsor de todas las formas de contracultura. Se fue en paz rodeado de su familia”, detallaron.

Inmenso escritor, siempre joven. Revolucionó la forma de escribir: sus temas, estructuras, lenguaje. Después de él, la literatura en México fue otra cosa”, remarcó Rosa Beltrán, coordinadora de Cultura UNAM.

José Agustín es para siempre: nos contagió su devoción por la literatura, con su implacable talento narrativo y su humor, su crítica y sus muchísimas horas de sol sobre la condición humana”, apuntó el editor Edgar Krauss.

Es una pérdida notable para la literatura. Gran influencia en muchos de nosotros”, remató el director cinematográfico Guillermo Arriaga sobre el integrante de la Literatura de La Onda, quien estudió Letras Clásicas en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Dirección en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC) y composición dramática en el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA).

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Y entre este mar de despedidas, no podía faltar Juan Villoro: “José Agustín cierra su paso por el mundo material. El rey llegó a su templo. Empieza el desafío de vivir sin ese maestro inigualable”.

Entre los ejemplos de la vigencia de la obra de José Agustín se encuentra el narrador Antonio Ortuño, quien aclara en entrevista que comenzó a leerlo cuando tenía 13 años. “A mi hermano le prestaron La tumba, la primera novela de José Agustín. La terminó de leer y la dejó en la habitación que compartíamos.

Yo me eché la mitad de la novela en una tarde. Me divertí muchísimo. Me pareció lúdica, insolente, provocadora. Me la estaba pasando fenomenal. Pero mi hermano regresó el libro y me entró la frustración, porque estaba muy picado y no paré hasta que pude conseguir otro
ejemplar”, señala.

Detalla que “probablemente el primer gran escritor mexicano que venía de la cultura del rock fue él y el que más lo dejaba traslucir. Y, también a través de eso, la literatura de la contracultura”.

Ortuño está convencido de que “ha existido un desdén hacia la obra de José Agustín. Lo acusaron de escribir de manera muy sencilla, de estar como datado a un tipo de lenguaje popular y juvenil de los años 70 y de haberse quedado ahí.

En realidad, me parece que José Agustín tiene para la narrativa mexicana una importancia equivalente a la que tuvo Salvador Elizondo. Fueron relativamente contemporáneos y encarnaban maneras completamente distintas de editar la literatura”, indica.

Y concluye que “no se puede hablar con seriedad de la narrativa mexicana de la segunda mitad del siglo XX y saltarse a José Agustín, pues abrió un montón
de caminos que mucha gente ha transitado con fortuna”.

La salud de José Agustín se deterioró a causa de una caída que sufrió en 2009, cuando se rompió el cráneo y dos costillas, permaneció dos meses y medio en el hospital; el percance lo paralizó un año y lo sumió en un silencio creativo. Pero se deterioró en diciembre pasado.

El 2 de enero, José Agustín hijo hizo pública la despedida de su padre ante un sacerdote “amigo, católico, zapatista, teólogo de la liberación”, que le dio la extremaunción acostado en su cama. “Con esto ya mi trabajo aquí se va terminando”, comentó el escritor como despedida de sus lectores, detalló su vástago.

Ayer, Lucina Jiménez, directora del INBAL, informó que el escritor, “por acuerdo con su familia, será velado en Morelos y habremos de hacer una ceremonia de despedida y agradecimiento en el Palacio de Bellas Artes”, aunque aún no está definida la fecha.

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Marcó el principio de la Literatura de La Onda

La propuesta de José Agustín tuvo sentido porque abrió caminos nuevos”, comentó ayer la escritora, ensayista y crítica literaria Margo Glantz (1930). “Si sólo se hubiese repetido al infinito, no tendría caso. No creo que se pueda seguir escribiendo como lo hizo él, sería absurdo. Sus seguidores deben innovar”.

Quien bautizó como Literatura de La Onda a la generación informal a la que perteneció José Agustín, junto con escritores como Gustavo Sainz, Parménides García Saldaña, Margarita Dalton y René Avilés Fabila, afirmó en entrevista que hubo quienes siguieron a José Agustín “bastante al pie de la letra”; pero también hubo otros que “encontraron su propio camino, como Juan Villoro. Y espero que haya jóvenes escritores que abran nuevas rutas”.

La académica de la lengua destacó que José Agustín “marcó el principio de un tipo especial de escritura, de un singular acercamiento a la escritura mexicana, a la relación con el país, propició la aparición de temas y
preocupaciones distintos; de una literatura mucho más urbana, mucho menos épica que la de la Revolución o la propia literatura de Juan Rulfo”.

Sobre la evolución del estilo de quien escribió 11 novelas, entre 1964 y 2006, dijo que no podía analizarlo porque no siguió toda su obra. “No sé si sigue vigente su propuesta tal y como la hizo al principio. Pero su obra siguió tocando a las nuevas generaciones, según ellos mismos lo expresan”.

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José Agustín y Avilés Fabila: una amistad íntima

Más allá de la literatura, de que su obra haya sido enmarcada en la generación de La Onda, los escritores José Agustín (1944-2024) y René Avilés Fabila (1940-2016) cultivaron una amistad que nació antes de la preparatoria y permaneció contra viento y marea.

Tenían una amistad muy cercana, íntima, familiar”, recuerda Rosario Casco, viuda de Avilés Fabila y amiga de José Agustín y su familia. “Incluso, Agustín se metió a la Prepa 7, porque René ya estaba ahí”.

Narra que siempre se frecuentaron, que la amistad nunca se interrumpió ni se fracturó. “Se acompañaban en todo. La vida siguió, hicieron muchas cosas juntos, empezaron a publicar. Agustín se casó, tuvo a sus hijos. Se visitaron hasta la muerte de René”, dice.

Tomaron clases juntos con Juan José Arreola. Éste le publicó a Agustín su novela La tumba, se la corrigió. Es más, en el Museo del Escritor tenemos esa versión corregida por Arreola, nos la regaló José Agustín”, agrega.

Nos reuníamos mucho los cuatro, sobre todo antes de que tuvieran a sus hijos. Nos gustaba oír música, tomar la copa. Hacíamos tertulias enormes; eran
reuniones de cuatro, cinco, diez horas”, evoca.

Señala que René Avilés, quien fue colaborador de Excélsior, era además amigo de toda la familia de Agustín. “Él se fue a Cuba, nosotros a París. Luego regresamos y como si no hubiera pasado el tiempo. Cuando José Agustín estuvo unos seis meses en Lecumberri, le escribía mucho a René. Pero no conservo esa correspondencia”, lamenta Casco.

Dice que Agustín “era un hombre que sabía hacer amigos. Súper culto. Amaba la música. Su hermano era piloto y le traía los discos de rock. Los unió la música y la literatura, a pesar de que sus propuestas eran tan distintas”, añade.

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“Disfrutó de la adaptación de Ciudades desiertas”

En vida, José Agustín la pasó de onda viendo la película Me estás matando, Susana, (2016) adaptación de su obra Ciudades desiertas (1982) dirigida por Roberto Sneider y protagonizada por Gael García Bernal.

Su reacción al ver Me estás matando, Susana fue muy bonita y positiva. Al mismo tiempo lo vi como que estaba recuperándose de que la película estaba inspirada en su novela, pero no era completamente lo que había escrito. La vio con su esposa Margarita (Bermúdez), se rieron mucho, se abrazaron y se cuchicheaban al oído. Estuvo muy padre. De alguna manera hay cosas que tienen que ver con ellos”, recordó el realizador a Excélsior en 2016, cuando se lanzó el filme ahora disponible en plataformas como Netflix y ViX.

Ciudades desiertas cuenta cómo Susana y Eligio intentan superar conflictos amorosos durante su estancia en un pueblo estadunidense.

¿Por qué Sneider no replicó el título original para su película? En ese entonces, recordó que Jonás Cuarón había estrenado su filme Desierto con Gael García Bernal como protagonista, así que no quería confundir a la audiencia, pues su adaptación también estaba a cargo del Charolastra.

Además, conforme la filmación, descubrió que su visión se inclinó realmente a la profundidad de Eligio (García Bernal) y Susana (Verónica Echegui) como personajes.

Y, cosa curiosa, Alfonso Cuarón fue el primer director en tener los derechos de la obra literaria Ciudades desiertas, sin embargo, ante la falta de tiempo los soltó. Y Sneider aprovechó la oportunidad.

(Por Lucero Calderón)

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Los recuerdos de la Novia de México

La historia de Angélica María y José Agustín comenzó en 1966, cuando La novia de México leyó la novela De perfil y contactó al escritor para intentar adaptarla a la pantalla grande. No lo logró, sin embargo, sí concretaron una colaboración en 5 de chocolate y 1 de fresa, él como guionista, ella actuando. Por su cercanía, ambos terminaron enamorados y su breve romance terminó por ideales distintos y porque José Agustín estaba casado con Margarita, según explica la actriz en su biografía Angélica María: La Novia de México.

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