Sueños en la portería: Rangel vs. Malagón, un duelo crucial en semifinales
Los custodios en el Clásico tienen historias paralelas e ídolos en común.
Vuelan los porteros en el Clásico. Tanto en la cancha como en sus sueños. Ambos han llegado al pináculo de la montaña por sus actuaciones.
Tanto Luis Ángel Malagón como Raúl Rangel han ofrecido la mejor versión que los ha llevado ser determinantes en sus equipos, además de queridos por la afición y convocados a la Selección Mexicana.
A Raúl Rangel le apodan Tala, por su parecido fenotípico con el exportero de Chivas Alfredo Talavera. Nació en Zapotlán y desde los 15 años está en el club.
Pero la verdad es que soy de Chivas desde mi nacimiento. Recuerdo los partidos que veía con mi abuelo, en los que estaban Oswaldo Sánchez, Ramón Morales, Bofo Bautista y decía: ‘yo estaré ahí’”.
Malagón es tres años más grande que Rangel, ahora tiene 27 y es quizá la primera opción de Jaime Lozano para la titularidad con el Tri. Sin embargo, sabe que mucho de eso lo debe a que en el América acrecentó su fama haciendo atajadas de dificultad notable. Courtois recupera su mejor versión y apunta a Wembley Real Madrid Loading official content
En el círculo cercano a él, saben que su mejor atributo es la confianza. Les comentó que tenía que encontrar alguna forma de que la gente lo notara y comenzó a celebrar los goles de su equipo con los brazos cruzados y ahora casi a diario, como prosa religiosa, les dice que estará en el debut de México en el Mundial.
Siempre he concebido la vida como un trabajo, mi niñez fue de picar piedra. Tenía un padre enfermo de parálisis y tuve que trabajar de barrendero, de cargador, de lo que fuera, pensé que el futbol me iba a dejar mucho antes de empezar”, relató Malagón.
Algo de eso también tiene Rangel, un chico que por tener mayores comodidades tampoco ha rehusado al trabajo. Debutó con Veljko Paunovic en octubre de 2023, tres años después de debutar con el Tapatío.
Debido a las titubeantes actuaciones de otro joven como Miguel Jiménez, la portería de Chivas, tan pesada en presión, fue recayendo poco a poco en él hasta que en enero de este año, definitivamente le dieron la titularidad.
Para mí no es presión ni un reto defender el arco del equipo más importante de México, es motivo de orgullo. Creo mucho en mí y lo tuve que demostrar en el momento en que me dejaron todo tan difícil con la salida del Wacho Jiménez para darme la titularidad a mí”.
Malagón tuvo noches tristes, al pensar que el futbol no era lo suyo, pero también días expansivos y frescos, como cuando debutó en Morelia en 2015 y cinco años después ganó la medalla olímpica en Tokio con Jaime Lozano.
A los 12 años me fui a Torreón, cuando Oswaldo Sánchez estaba ahí. Convivimos porque él tiene familia en Zamora de donde soy originario y le mandaban dulces típicos conmigo, a partir de ahí se convirtió en mi padrino”.
Curioso, porque Oswaldo Sánchez, aunque fue jugador del América, en Guadalajara se consagró como estrella del futbol mexicano.
Ambos, Rangel y Malagón, han puesto a punto a sus equipos. El América fue el menos goleado en el torneo con 12 anotaciones, mientras que las Chivas ocuparon el tercer peldaño con 17 tantos recibidos.
Ahora se encuentran en el ojo de todos y son reconocidos. Malagón con mayor bagaje y el Tala Rangel con nuevas expectativas.
Desde chico mis profesores me decían que tenía que aprender a convivir con la presión de Chivas, porque si no lo hacía, esto no va a funcionar para nadie”, cuenta con una seguridad prodigiosa el Tala, y hasta en cierta forma, altiva.
UN CLÁSICO ELEVA O ENTIERRA A UN ARQUERO
Los Clásicos son extraños. Resuelven carreras y propulsan resurgimientos.
Armando Navarrete, por ejemplo, llegó al América en 2006; aguardó muchos años detrás de Guillermo Ochoa la titularidad hasta que en 2011 la consiguió.
Pero en un clásico de Liga soltó un balón que venía de un tiro de esquina y la dejó para que Marco Fabián anotara. Esa tarde de octubre, perdió el América 1-3 en el Azteca y él fue enjuiciado como culpable. Su carrera no volvió a ser la misma.
“Me tocó fallar en un Clásico, estoy consciente de ello, soy humano y me dolió mucho porque sé que dejé una mancha gris en todos los americanistas”.
Otro caso que zanjó la regla fue el de Oswaldo Sánchez. Llegó en 1996 al América como la promesa del futbol mexicano, pero en un Clásico las Chivas le metieron cinco goles.
Para 1999 lo vendieron al Guadalajara en medio de críticas por su llegada porque el elegido a la titularidad era Gustavo Sedano.
En 2006, siendo ya ídolo, le detuvo un penal a Salvador Cabañas, el delantero poderoso del América y con eso se encumbró como figura rojiblanca por siempre.