Eric Clapton puso fin a su ausencia de 23 años en México
El británico ofreció un concierto lleno de nostalgia y emoción en su regreso a la Ciudad de México después de más de dos décadas de ausencia.
Para viajar en el tiempo no se necesita de una tecnología hiperavanzada, es suficiente cuando un músico con más de 60 años en la industria y que fue parte de uno de los movimientos musicales más importantes del siglo 20 toma su guitarra, se planta frente a 33 mil fans y les da un paseo por su historia musical.
Y eso fue exactamente lo que hizo Eric Clapton anoche en su regreso a Ciudad de México después de 23 años.
Sobrio, sin ningún tipo de anuncio previo y sin más acompañamiento que su banda y cuatro placas de luces sobre el escenario fue como Eric Clapton apareció en el escenario del Estadio GNP Seguros, en donde el viaje sicotrópico a la segunda mitad de los 60 comenzó.
Sunshine of Your Love logró que aquellos ya no tan jovenzuelos recordaran la época más rebelde y divertida de su juventud, pero no sólo los contemporáneos del británico, también las generaciones a las que pasó su legado se hicieron presentes acompañando a sus padres o a sus abuelos, quienes decidieron que ayer fue un buen día para reventar con el rock, el blues y el jazz de este tema que es un sello de Cream, la banda con la que Clapton conoció la internacionalización.
Su chamarra de piel negra, acompañada con una bufanda negra y una gorra del mismo color dejaban ver que, a sus 79 años, Clapton no tiene pensado alejarse de los escenarios, no importa cómo, pero él sale a tocar.
Si sus problemas de adicción en su juventud y su consecuente rehabilitación no lo alejaron de su gran amor por el entarimado, una brisita de aire fría no lo iba a hacer, y menos después de que pasaron dos décadas para que los mexicanos pudieran volverlo a escuchar en vivo.
Clapton no necesita tanta parafernalia explosiva o visual, por sí solo, él y su guitarra arman un espectáculo brutal en el que la música es la protagonista, y si a eso se le suma un acompañamiento de una banda que conoce a la perfección lo que están haciendo, pues es un bolto seguro al pasado.
Para prueba de eso, Key To The Highway, un cóver del pianista Charlie Segar, a la cual le siguió I’m Your Hoochie Coochie Man, de Willie Dixon, con la cual la cátedra de blues comenzó.
“Muchas gracias”, lanzó Clapton, quien no es cualquier viejito que se le ocurrió hacer una banda en los años del rock ‘n’ roll y ahora quiere revivir glorias pasadas.
Clapton es un eslabón importantísimo de la historia de la música, la rebeldía de los 60, la sicodelia de los 70, el abuso de drogas y la redención dentro de una industria que en aquel tiempo podía devorar a cualquiera.
A sus 79 años, Clapton ya no corre ni salta ni se excede, eso ya lo hizo, lo llevó al olimpo de la música junto a bandas como The Yardbirds o John Mayall & The Bluesbreakers, a ser amigo de George Harrison en una época en la que The Beatles y The Rolling Stones se peleaban el trono, pero él, a pesar de todo, cuando canta rolas como Badge, de Cream, se entregaba igual que hace más de 50 años.
Su presencia en la historia de la música no es una casualidad, Clapton descubrió hace más de 60 años que la música es su cielo y su infierno, su pecado y su redención, por eso no hay reglas establecida en sus sets, lo único que no es negociable es la impecable calidad de interpretación de las rolas.
“Muchas gracias por estar aquí”, dijo el británico antes de sentarse frente a su micrófono colocado en un tapete rojo. Tomó su guitarra acústica y llevó a su público de la locura de los 60 a un pequeño bar o a la sala de su casa para aventarse un palomazo. O bueno, así se sentía cuando le dio voz a Nobody Knows You When You’re Down And Down, de Roberto Johnson, y a Running On Faith.
Clapton disfruta tanto el bloque acústico como sus fans, quienes no dudaron en acompañarlo en Change The World, un cóver de Wynonna Judd que él dio un nuevo público, que llegó acompañada de Golden Ring, del disco Backless de 1978.
Entonces llegó ese momento en el que los celulares, en automático, se encendieron al escuchar las primeras notas de Tears In Heaven, una de las canciones más bonitas y más tristes de la historia personal de Clapton, porque está dedicada a su hijo Conor, quien a los cuatro años falleció tras caer del piso 53 de la ventana del edificio donde vivía una amiga de su mamá, en Nueva York, en 1991.
Ése fue el punto de inflexión de Clapton, si bien ya está rehabilitado de las drogas y el alcohol -y pudo haber recaído-, fue con esta canción que pasó su duelo y lo compartió al mundo e hizo llorar al público en el Estadio GNP Seguros.
Clapton sabe que la música cura casi todo, así que después del emotivo momento, el guitarrista agarró su instrumento y dio una muestra del porqué también es conocido con el sarcástico apodo de Slowhand, cuando es todo lo contrario, y en el solo que hizo en Got To Get Better In A While y la introducción que le hizo a Old Love, en la que hizo llorar a su fiel compañera musical.
Con Cross Road Blues y Little Queen of Spades, Clapton dio una probadita de por qué su música -que incluye sonidos del blues e improvisaciones de jazz- han nutrido de una forma única la historia de la música, siendo referencia para muchos y la antítesis de otros, y ¿por qué no? el mentor de varios.
Pero Clapton no podía irse del escenario sin tocar una de sus canciones más representativas. Cocaine, del disco Slowhand, de 1977, que se apoderó de los altavoces del lugar haciendo que el público lo ovacionara, cantara con él, y además de grabar lo que podría ser su última vez en México. De ser así, siempre recordaremos Before You Acuse Me fue la última rola que la leyenda ejecutó aquí.
Apertura magistral
- Su telonero fue Gary Clark Jr., considerado una de las promesas actuales del blues, quien tocó una hora.
- El disco de Richie Sambora, Stranger In This Town, tiene una canción dedicada a Clapton llamada Mr. Bluesman y toca en ella.
- Clapton participó en muchas colaboraciones con George Harrison en donde por motivos de contrato no tuvo crédito, pero era conocido como L’Angelo Misterioso
- Slowhand es su apodo y el nombre de uno de sus discos más representativos